reseña:
Y sucedió que el Discípulo vio al Maestro pasear en silencio arriba y abajo del jardín, y en su pálido semblante mostrábanse señales de profunda .tristeza. El Discípulo saludó al Maestro en nombre de Alá y le preguntó cuál era la causa de su dolor. El Maestro hizo un ademán con el báculo y rogó al Discípulo que se sentase en la piedra junto al estanque de los peces. Así lo hizo el Discípulo, preparándose a escuchar la voz del Maestro.
Y éste dijo: Quieres que te relate la tragedia que mi Memoria repite cada día y cada noche en el escenario de mi corazón.
Estás cansado ya de mi prolongado silencio y del secreto que no te revelo, y te atribulas ante mis suspiros y lamentaciones.
Te dices a tí mismo: «Si el Maestro no me admite en el templo de sus tristezas, ¿cómo voy a poder penetrar jamás en la morada de sus afectos?»
Escucha mi historia... Préstame oído, pero no me compadezcas, porque la piedad es parados débiles, y yo estoy fuerte todavía en medio de mi aflicción.
Desde los días de mi juventud me ha venido persiguiendo en el sueño y en la vigilia el fantasma de una extraña mujer. La veo cuando estoy a solas por la noche, sentada junto a mi lecho. En el silencio de la medianoche escucho, su dulce voz. Muchas veces, al cerrar los ojos, siento el tacto de sus suaves dedos en mis labios; y cuando abro los ojos, el miedo me invade y repentinamente empiezo a escuchar el susurro de los ecos de la Nada...
Frecuentemente me siento desorientado y me digo:
«¿No será mi fantasía la que me hace dar vueltas hasta parecer que me pierdo entre las nubes? ¿No habré forjado yo desde lo más hondo de mis sueños una nueva divinidad
de voz melodiosa y manos tibias? ¿He perdido acaso los sentidos y, en medio de mi locura, he creado esta cara y amada compañera? ¿Me he retirado de la sociedad de los hombres y del bullicio de la ciudad para poder estar a solas con el objeto de mi adoración? ¿Habré cerrado los ojos y los oídos a las formas y rumores de la Vida, para poder admirarla mejor y escuchar su melodiosa voz?
Me pregunto a mí mismo muchas veces: «¿Soy un loco a quien le place estar solo, y que de los fantasmas de su soledad modela una compañera y esposa para su alma?»
Te hablo de una Esposa y te asombra el oír esta palabra.
Pero, ¿cuántas veces nos desconcertamos ante una experiencia extraña que rechazamos como imposible, aunque su realidad no puede borrarse de nuestra mente por mucho que lo intentemos?
Esta mujer de mis visiones ha sido en realidad mi esposa, y ha compartido conmigo los gozos y sinsabores de la vida. Cuando me despierto por la mañana, la veo reclinada sobre mi almohada, mirándome con ojos rutilantes de bondad y amor maternal.
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